Del PAR a la CEDA


 

 Los que tengan un poco de inquitud por la política, y que además lo conjugen con una pizca de curiosidad histórica, (lo cierto es que, personalmente, considero que no puedes ser político en el sentido etimológico del término sin mínimo conocer, -idealmente amar-, la Historia) sabrán qué fué la CEDA.

La Confederación Española de Derechas Auónomas nació de un aglutinado de pequeños partidos provinciales, locales, con una base católica y conservadora. Así, La Derecha Regional Valenciana, la Unión Agraria Provincial de Albacete, la Derecha Regional Agraria de Cáceres y Plasencia, la Unión de Derechas Independientes de Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, la Acción Agraria Manchega de Ciudad Real, la Unión Navarra, la Acción Popular Catalana de Barcelona, la Unión Regional de Derechas de La Coruña, la Acción Agraria y Ciudadana de Cuenca, la Unión de Derechas de Granada, la Acción Regional Agraria y Ciudadana de Guadalajara, la Acción Agraria de León, la Acción Agraria Riojana de Logroño, la Unión de Derechas y Agrarios de Lugo, la Unión Católica Asturiana, la Unión Regional de Derechas de Pontevedra, la Derecha Autónoma Salmantina, el Bloque Agrario Provincial de Soria, la Unión de Derechas de Baleares…

(lo reconozco, he tirado de Wikipedia, en mi descargo lo hago para ahorrar el trámite telefónico al lector).

El esquema es sencillo pero muy potente. La Derecha más telúricamente pura anida, incluso hoy, en el corazón de localidades y pueblos de provincias, de gente familiar, de orden y religiosa, que no se han desconectado de la necesidad y el hambre que siempre ha acompañado a nuestra nación, que conoce su tierra y que miran a generaciones vista, y no al corto plazo, ahorradora que no rica. Es cuestión de oportunidad histórica que, si atacas sus valores radicales, en el sentido raíz de la palabra, esa Derecha se combine y reaccione ante la disgregación y el nihilismo.

Y es triste decirlo, pero esa tormenta perfecta está llegando a nuestra península, en forma de inflacción, inmigración descontrolada, ideología multicultural, racial, intersexual y supremacismo feminista.

Y es curioso que, la reunión que no ha logrado el identitarismo localista, nacionalista o regionalista, cuya base sociológica es, hasta cierto punto, compartida, y cuyo argumento común parecería ser el más poderoso, la pobreza económica, el abandono económico de unas regiones en favor de otras, empieza a lograrlo la pobreza moral, la pobreza social y la pobreza demográfica.

Es un pequeño “click” el que está teniendo lugar en la mente de conservadores de pueblos y ciudades de la llamada “España Vaciada”, que no se levantaron en unión por el vaciado de sus gentes y dineros, pero que van a hacerlo por el vaciado moral y religioso de sus comunidades.

Y es que todos sabían que no hay “España Vaciada” sin “España Rellenada”, que no hay privilegiados sin discriminados, y que es estúpido reclamar los mismos beneficios de las regiones favorecidas (todos sabemos a cuales nos referimos, aquí en Aragón también las llamamos “vecinas”) porque se sustentan en la depredación del resto. ¿Quién pagaría entonces los nuevos privilegios para Aragón? ¿Castilla la Nueva? No queda ya nada allí que los soporte. Es mas, ¿realmente está Tarragona beneficiada, por ejemplo?

No tiene sentido por ello el regionalismo ni el nacionalismo de interior: exigir los mismos privilegios que las regiones enriquecidas. Nunca lo ha tenido, y electoralmente nunca han pasado, en la España interior, de ser un cado para que políticos locales saquen un nimio beneficio, no para su región, sino para su zurrón.

Pero ahora sí lo tiene la aniquilación de los privilegios injustos de los que unos pocos sí gozan. Estamos llegando al punto en que se va a tirar la baraja al río, ya me entienden.

A nadie escapa que un gobierno realmente nacional sabe perfectamente que maximizar la riqueza capaz de producir la nación pasa por dejar de invertir millones en las clientelas de unas regiones haítas de prevendas y redirigir ese chorro de dinero no en autonomías, observatorios, ni igualdades, sino en infraestructuras que llevan desde el siglo pasado esperando su justo turno. Y esas infraestructuras, que traen inversión y devuelven gentes, toca aplicarlas ya en el interior.

La izquierda lo sabe e intenta redirigir ese chorro político a sus satélites instrumentales “existencialistas”, pero como ya he dicho, la derecha del campo no es tonta; no se sobreviven generaciones siguiendo a flautistas ni a vendedores de crecepelos, o crecepueblos.

Viene una marea, que ni ella misma es consciente de su calado, que deja ya de confiar en el regionalismo para volverse a España, no para reivindicar privilegios, sino para terminar con los existentes, y dejar que sea la justicia, la razón y la tecnocracia, la que les devuelva a sus gentes primero, y con ellos después la riqueza que por derecho les pertenece.

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