Liberalismo vs Covid-19

 

Este artículo es una reflexión general y teórica sobre cual debería ser la postura, siguiendo el dogma liberal, que cualquier persona que tenga la libertad como base ideológica fundamental debería adoptar para afrontar, no sólo la actual epidemia causada, presuntamente, por el Coronavirus SARS-Covid-19, sino ante cualquier pandemia o enfermedad contagiosa o transmisible.

En consecuencia, trata de centrar igualmente la postura ante las medidas anunciadas y tomadas por el gobierno, tanto nacional como el observado en otros países.

La principal regla a aplicar, en mi criterio, es la ley de la no iniciación de violencia. Pero la casuística de la enfermedad ofrece un primer debate. Según nos dicen, una persona puede ser portadora y transmisora de la enfermedad, aunque esté asintomática. La cuestión que surge inmediatamente es si inicia violencia alguien cuyo comportamiento, aunque sea socialmente aceptable, implica contacto físico suficiente como para transmitir la enfermedad.

Pudiera parecer que, en principio, la diferencia estaría en si esta persona es conocedora de su condición de portador asintomático o, incluso, de si se trata de un enfermo que voluntariamente ha camuflado sus síntomas.

Y el tema no es teórico, todos hemos visto cámaras térmicas a la entrada de aeropuertos y establecimientos públicos, capaces de cribar la entrada en función de la temperatura corporal. Ante ello, la farmacia moderna ofrece soluciones sencillas, en forma de inhibidores de la fiebre, que pueden ocultar ésta, al menos el tiempo suficiente como para pasar esos controles. Es un poco triste decirlo, pero estamos viviendo hoy en día alguna de las escenas de la famosa película Gattaca.

Parece evidente que existe dolo cuando un portador, que conoce su condición, realice intencionadamente un acto social que implique contacto suficiente como para contagiar a otra persona. De forma no muy distinta a como cuando un portador del VIH mantiene relaciones sexuales sin protección, una persona conocedora de su condición de portador o enfermo de Covid-19 estaría, en teoría, iniciando violencia al, por ejemplo, dar la mano o hablar a menor distancia de la denominada como “social” a un interlocutor desprotegido.

¿Seguro?

Lo cierto es que nuestra condición de humanos conlleva un montón de interacciones involuntarias de las que la ciencia moderna apenas empieza a descubrir. Lo primero que hace nuestra madre cuando nacemos es rebozarnos en materia fecal, transmitiéndonos un imprescindible microbioma. La misma inmunidad de rebaño, es una interacción entre los individuos que no por invisible deja de existir.

Ya teoricé sobre ello en otros escritos, pero parece evidente que, salvo que fuésemos espíritus inmateriales, nuestra condición humana genera interacciones per sé con el resto de individuos, y por ello la interacción social en zonas comunes implica que existe un acuerdo tácito de riesgos. La ley de la no iniciación de violencia es incompleta, ya que por el mero hecho de respirar ya interactuamos violentamente con nuestros semejantes. Es en ese punto cuando introduzco la reformulación de la ley del más fuerte como paradigma liberal, aunque ahora este artículo se me quedaría corto para desarrollarla.

Díganme qué diferencia existiría con la gripe común. La gripe común mató en anteriores ejercicios de seis a quince mil personas, dependiendo de la cepa. Es evidente que convivir con ella y con otras patologías ha generado el derecho consuetudinario a acceder e interactuar en sociedad, con enfermedades contagiosas potencialmente mortales. Desde un punto de vista liberal, esto se resumiría en que, en libertad, tenemos todo el derecho del mundo a interactuar con nuestros semejantes estando infecciosos. Es responsabilidad de nuestros semejantes correr el riesgo de aceptar esa interacción al salir de sus casas, y no al revés. De otro modo, en cuanto un inmunodeprimido pusiese un pie en la calle, todos, en todos los rincones de España, deberíamos revestirnos de burbuja. Esa es la ley del más débil o también llamada Comunismo.

Y resulta descorazonador que un superficial análisis político de la enfermedad por qualys arroja que la pérdida de vida humana, en forma de destrucción de la economía, en forma de las vidas que no se engendrarán por pérdida de expectativa vital arroje un resto de decenas de vidas humanas mayor que las vidas que se va a llevar la epidemia. Nos queda devolver la mirada al monstruo.

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